martes, 18 de febrero de 2014

 Mientras tanto, siempre nos equivocamos sobre nosotros mismos y raras veces entendemos a los demás. La experiencia carece de valor ético. Es sencillamente el nombre que dan los hombres a sus errores. Por regla general los moralistas la consideran una advertencia, reclaman para ella cierta eficacia ética en la formación del carácter, la alaban como algo que nos enseña qué camino hemos de seguir y qué abismos evitar.